
LA MEJOR ANÉCDOTA QUE HE OIDO JAMÁS
LA MEJOR ANÉCDOTA QUE HE OIDO JAMÁS
¡YA TENGO EDAD PARA CONTAR BATALLITAS!
PÁNICO EN LA PISCINA. UNA LOCA AGREDE A LAS ABUELITAS.
29 de junio de 2006, último día de las clases de natación en la piscina municipal.
Para celebrar el inicio de las vacaciones de los monitores, nos propusieron jugar un partido-pachanga de waterpolo. Para mi sorpresa, mis compañeros de grupo se negaron a jugar, horrorizados.
Pensé, aunque no les comprendía, que querían dar clase normal, hasta que una hizo el siguiente comentario: Yo estoy operada de la cadera. La operación me costó mucho dinero y no quiero operarme de nuevo.
¡Qué exagerada es alguna gente!, pensé. Finalmente de mi calle solo fuimos dos a jugar .
Antes del partido nos explicaron las reglas del juego de una forma muy significativa, la monitora lanzó la pelota al agua y gritó: ¡VALE TODO!.
Reconozco que en ese momento me asusté un poco.
Comenzó el partido con total normalidad. En mi equipo nos fuimos organizando un poco: tu arriba, yo me quedo aquí, que aquel defienda...¡lo normal! Pero la verdad es que nos quedó bien la cosa y enseguida nos pusimos a la cabeza en el partido. Los del otro equipo se picaron y el ambiente se tornó un tanto violento.
Las mujeres "mayores" (por no llamarles viejas de mierda) no variaron en absoluto su juego. Ni se movieron más, ni más rápido, ni mejor, simplemente se volvieron agresivas. Comenzaron a golpearme sistemáticamente en brazos y piernas, cada vez que pasaba cerca, independientemente de quien tuviera la pelota.
Una de ellas me clavó sus afiladas uñas en el pecho, noté como me escocía por culpa del cloro. Sus garras me dejaron una marca que hoy todavía conservo como recuerdo. Más tarde me di cuenta de que su intención no era clavarme las uñas, sino agarrarme el bañador a la altura del pecho. Me di cuenta porque me metió mano muchas veces.
La pelota salió fuera del campo y fui a por ella cuando otra "vieja" se me echó encima, justo cuando saltaba la corchera contra la que me espeté lastimándome la pierna en lo que hoy es un gran moratón amarillo y morado que da mucha grima. Cuando finalmente consigo la pelota aun tiene los santos cojones de decirme: - dámela que sacamos nosotros.
¡Sí, claro!, pensé. Da gracias que no te meta el pie en la boca, y le lancé la pelota a uno de mi grupo.
Aunque en númerosas ocasiones les informe de que me hacían daño , las agresiones no cesaron, hacia el final del partido me dolía todo el cuerpo. Me estaba cabreando, ¿qué pensaban? ¿qué no me sé defender? ¿qué por ser mayores tengo que respetarlas?
La paciencia tiene un límite y yo no tengo paciencia. Me estaba esforzando por contenerme, primero porque pensé que lo hacían sin darse cuenta, luego porque eran mayores, más tarde por no ser abusica... y al final lo hacía unicamente por discreción, por no dar el cante.
Lo qué más me dolía es que las viejas no se daban cuenta de esto. Ignoraban que lo único que les estaba salvando el pellejo era el esfuerzo que hacía para controlarme. Iban a terminar el partido pensado que soy una pusilánime a la que pueden zoscar sin temor a represalias, en vez de una chica educada y comedida que respeta a la tercera edad.
Pensando en esto al final me cegué. La vieja de las uñas iba a sacar la pelota tras un gol por cortesía de la que escribe. Yo intentaba hacer un tapón, sin tocarla, solo con brazos estirados intentando detener el saque. La mujer no dejaba de golpearme en el brazo sin mover la pelota, solo golpes en el brazo, uno y otro, y otro más, todos en el mismo punto, con una intensidad muy molesta... gggrrrrrr. No aguanté más.
A esta gente hay que enseñarla. Tienen que entender que son mayores, que tienen menos fuerza, menos reflejos... es inevitable (ya nos llegará a todos) pero cuanto antes lo entiendan, mejor. No hay que perder la dignidad agrediendo a la juventud.
La empuje bajo el agua e impedí que sacara los brazos, se revolvió lo que quiso. La dejaba salir a respirar y la volvía a hundir, sin lastimarla, solo para que se diese cuenta de que soy más fuerte y que no le zurré antes porque no quise.
Cuando terminé salió bastante desfigurada, con el gorro medio caído, pero sonriente. ¡Si al final lo que quería era caña! No se quejó, no dijo nada, porque sabía lo me había hecho ella a mi. Después no se me volvió a acercar.
P.D.: No le dejé marcas ¡Eh!