LA SEÑORA
Cierto día íbamos en el coche por una carretera de doble carril. Aunque no estaba adelantando a nadie, circulaba por el carril de la izquierda, lo cual no va en contra del reglamento, porque la carretera terminaba en una rotonda y yo estaba colocada en el carril adecuado para girar en la dirección a la que iba. Detrás de mi venía un coche que no paraba de darme luces, no entendíamos por qué, así que decidí apartarme hacia la derecha y el coche me adelantó. Con dificultad volví a colocarme detrás de él, ya que ese era el carril por el que yo tenía que ir.
Mientras coméntabamos la maniobra - Pues vaya morro, aparta que voy yo, desde luego la gente... - Acabamos parando justo detrás de él, ya que había carabana para entrar en la rotonda - Pues vaya prisa llevaba, pues si que fue lejos... dale luces tú ahora...
Resulta irónico que yo, que siempre llevo la contraria a TODO el mundo y lo discuto TODO, sea, en ocasiones, TAN obediente que ni pienso antes de actuar: y le di luces...
- Pero, ¿qué haces?, que era de coña...
Sentí un cierto rubor que desapareció casi al momento ya que me quedé blanca cuando ví que alguien se bajaba del coche en cuestión y una tipa de casi cuarenta tacos se nos acercaba con cara de mucho cabreo. Yo dudaba entre bajar o subir la ventanilla del coche.
Aquella mujer traía mucho veneno dentro y empezó a escupirlo en forma de comentarios sobre el dudoso método que habían empleado para enseñarme a conducir y extrañas teorías sobre carreteras especiales para personas especiales como yo...
Quise argumentarle que aquel carril era direccional y no de adelantamiento, y que yo iba a la velocidad máxima recomendada, pero curiosamente solo tuve tiempo de decirle una palabra, una única palabra: - SEÑORA...
La mujer se quedó fría, paralizada y con cara de MUY ofendida, farfulló algo como: -¿señora yo?- y regresó a su coche.
- Yo no soy una señora - , debió pensar.
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