martes, noviembre 13, 2007


ABRE FÁCIL


Era una noche oscura y brumosa, nada se oía por los desiertos pasillos de la siniestra residencia cuando, de súbito, un ensordecedor grito quebró el silencio, y a continuación... nada sucedió, todo volvió a la normalidad. ¿Todo?

Nadie había oído mi grito de dolor, estaba sola mientras me sujetaba la mano ensangrentada. No conseguía tomar una decisión, debía despertar a alguien para que me ayudase o la cosa no sería tan grave.
Sin éxito trataba de mirar la mano herida que no cesaba de sangrar, el pánico me impedía ver la brecha. Temía que se me fueran a salir los higadillos. Estaba decidido, ¡necesitaba ayuda!

Salí al largo, oscuro y vacío pasillo que, como si de un capítulo de Dr. Who se tratase, parecía alargarse y multiplicar el número de puertas y sus números inscritos. Avancé hasta el final buscando una luz, una esperanza...

Cuando me giré para recorrer el otro tramo de pasillo creí oir a mis espaldas el triciclo del niño de "El Resplandor" y surgió en mi cabeza la imágen de un río de sangre bajando aremolinada por las escaleras. Reprimí un grito en mi garganta y avancé deprisa por el tramo que quedaba.

De repente, un destello, aun podía salvarme de morir desangrada. El dolor iba esapareciendo mientras apretaba la mano con fuerza. Una vez mas las dudas me asaltaron, ¿sería aquello una buena señal o la señal de que ya era inevitable la amputación de la mano?

Apresurada llame a la habitación de una desconocida con la intención de pedir auxilio. Toc, toc. Por unos instantes, en mi cabeza, danzaron todas las posibles respuestas a la pregunta ¿y quién digo que soy a estas horas?

Decidí que la mayoría de las opciones que me venían a la cabeza de forma natural eran demasiado alarmistas así que, finalmente, opté por algo sencillo y sincero como - Hola, soy la de la 1111, me puedes abrir. Me he cortado y no sé qué hacer.

La chica, muy atenta aunque algo asustada, me atendió y me recomendó llamar al vigilante nocturno. ¡Qué obvio! llamar al vigilante nocturno, ¡je!, me quedé con cara de parva ¡¿Por qué no se me ocurrió?! ¡MALDICIÓN!

El vigilante nocturno, aunque parecía bastante borde, resultó ser muy amable y me hizo una cura, después de fozar un poco en la herida (abrir-cerrar-abrir, muy doloroso), y después de intentar convencerme de que fuera a urgencias para que me cosieran. Fueron momentos difíciles, me debatía entre el pánico a que me zurcieran y el pánico a mancillar mi mano de por vida con una cicatriz de carpintero.

Finalmente opté por la cicatriz, aunque me pasé toda la noche lamentándome y autocompadeciéndome. Los días siguientes estuvieron bien, haciendo lo que mas me gusta, ¡contar batallitas! and I did it my way:


- Era de madrugada, todos dormían, yo tenía hambre . Registré mi estante pero no quedaba comida, solo una pequeña lata de conservas ¡a por ella!. Entonces leí la caja, "abrefácil", ponía. ¡estupendo, esto está hecho! y cuando tiré del abrefácil ¡RAAAAASSSSS! se soltó de la lata y me rajó la mano. Mira mira, me querían coser, pero yo paso de mariconadas, jojojo!

1 comentario:

Unknown dijo...

Jeje,

Sen dúbida é unha das anécdotas mellor contadas que lin no teu espazo (e como xa sabes, as túas "aventuras" sempre nos parecen do máis atractivas). O que teñen os "abrefáciles" é unha maldición das boas... ^_^