viernes, agosto 25, 2006

LA SEGUNDA MEJOR ANÉCDOTA QUE HE OÍDO NUNCA

Tengo un primo que es el mejor del mundo y al que quiero como a un hermano. Pues me contó que cuando estaba estudiando FP, tenía una asignatura en la que los alumnos se portaban fatal y no atendían nunca a las explicaciones del profesor.
Cierto día el profe llegó a clase con una bolsa de deportes que colocó sobre la mesa y comenzó la clase. Poco a poco los alumnos comenzaron con su habitual rutina de murmullos, risitas y demás.
De pronto sucedió algo inesperado, el profesor abrió su bolsa de deporte y sacó un objeto que sostuvo en el aire con una mano.
Poco a poco el objeto fue llamando la atención de algunos alumnos que no comprendían lo que estaba pasando. Empezaron a darse codazos para avisar a los que estaban a su lado – eh mira eso.
En unos pocos minutos, todos los alumnos miraban con atención al profesor. Y entonces, el profesor guardó la cafetera en la bolsa y siguió con la clase.

EL CAP, 2ª PARTE.

(Es cierto, segundas partes nunca fueron buenas)


El CAP fue para mi una experiencia extrasensorial incluyendo todo lo que sufrí para conseguir el título una vez terminado el curso.
Cuando llamé a la directora del CAP y me confirmó que los títulos ya se podían recoger también me dijo que para recoger el mío era necesario entregar una copia del expediente académico de la titulación universitaria.
Y ahora puntualicemos:
1.- Hasta ese momento nadie me había comunicado que me faltaba ese documento.
2.- Legalmente, para cursar el CAP, lo que es necesario justificar es que tengas un título universitario. ¿Qué importan tus asignaturas o las notas que hayas sacado si puedes cursar el CAP igualmente?
3.- Conseguir a estas alturas un expediente académico suponía desplazarme a A Coruña una mañana y pagar alrededor de 30 euros. Teniendo en cuenta que yo trabajo por las mañanas, la cosa se complica.
Todos estos motivos no convencieron a la funcionaria, la cual alegaba que "es que lo pone en el sobre de la matrícula", como si ese sobre fuera el que manda en la administración.
También me dijeron que era una orden de Santiago. Tras llamar a los putos jefes del CAP de toda Galicia, me confirmaron que no era necesario entregar ese documento y que ellos no le daban ese tipo de instrucciones al resto de delegaciones.
En fin, todo es una mierda, porque no me dieron otra solución que decirle a la directora del CAP que ellos me habían dicho eso. Aunque así lo hice, como era de esperar, no sirvió de nada. El sobre de matrícula manda.
Finalmente opté por rendirme e ir a A Coruña aprovechando un festivo local de Vigo.
Al llegar a la Secretaría de mi escuela, ¡oh, sorpresa!, la red de ordenadores no funcionaba. -Vuelve otro día- me dijeron.
Amablemente les dije que de ninguna manera, que buscaran otro modo de solucionarme el problema o, en sentido figurado, todos iban a morir.
Después de mucho esfuerzo (hay que reconocérlo, pensar cuesta) y miradas que decían a cada momento -me da pena, pero no me apetece esforzarme más, voy a decirle que es imposible- consiguieron que en otra facultad me imprimieran el dichoso papel.
Muy contenta me fui a por mi título del CAP. Llegué al despacho de la directora que hablaba por teléfono, esperé en la puerta.
No pude evitar escuchar la conversación en la que la mujer explicaba que estaba fatal, que se pidió una baja, pero como había que entregar los títulos había vuelto ya que al menos podía coger el teléfono y escribir en el libro de registro y no había nadie más que lo pudiese hacer, porque su compañera también estaba de baja. Luego le preguntó a la interlocutora -¿y que tal lo tuyo?- en ese momento confirmé mi suposición de que hablaba con otra funcionaria.
Después de más o menos un cuarto de hora supe que el motivo de su baja era que le temblaba un dedo, me fijé en su mano y vi que en uno de los dedos llevaba una tirita!!!! PERO QUE ÑORDA!!!!!!
La tipa no hacía amago de colgar y ya pasaba de la media hora, así que me olvidé de la educación y la discreción. Entré, tosí y me revolví lo suficiente para hacerle entender que me estaba cabreando. Funcionó.
Finalmente, para rematar la faena, pude comprobar que si yo no le hubiese dicho nada del certificado, ella me hubiera dado el título sin pedírmelo.

viernes, agosto 11, 2006


BIENBENIDOS A CULLEREDO, TIERRA DE KOALAS

El primer año que viví en la residencia de estudiantes lo pase sin apenas ver la luz del sol porque la mayoría de los residentes dormíamos por el día y hacíamos vida nocturna.
Esporádicamente, para hacer algo de ejercicio salíamos a hacer footing nocturno. No sé por qué pero correr de noche es peligroso.
Un día al amanecer, por variar un poco el circuito, decidimos hacer "campo a través" y nos metimos por un monte. Había una especie de sendero rodeado de maleza y fuimos por él.
Al cabo de un tiempo, encontramos el muro de una parcela y empezamos a escuchar ladridos. Yo me preocupé un poco, pero me tranquilizaron al explicarme que un perro no saltaría un muro tan alto. Seguimos corriendo siguiendo el sendero pegado al muro hasta que encontramos un boquete en el muro, y allí estaban los perros, esperándonos.
Hechamos a correr (más rápido) y esta vez por el medio de la maleza. Creo que los perros no llegaron a salir de la parcela, pero el susto fue importante y los rascazos en las piernas también.
No contentos con la primera aventura, seguimos con la costumbre de correr por la noche, pero sin alejarnos del camino.
Una noche, alrededor de las 3 o 4 de la madrugada fui con otro chico a hacer footing y al llegar a una carretera oscura la historia pareció repetirse.
Comenzamos a oir los ladridos de lo que aparentaba ser un perro grande, pero no veíamos nada, así que no sabíamos si estaba suelto o no, ni siquiera le vimos la silueta, solo le escuchábamos cada vez más cerca.
El miedo se apoderó de nosotros y el instinto de supervivencia hizo que nos subiéramos a un poste, uno por cada lado a modo "koala". No sé cuanto tiempo pasamos allí arriba, pero sí sé que vimos una luz a lo lejos, y cuando el coche estubo lo suficientemente cerca de nosotros nos dimos cuenta de que estábamos subidos en un cartel que ponía "Benvidos o Concello de Culleredo".
Estoy segura de que en aquella noche, el que pasó más miedo fue el conductor de aquel coche.





LA VECINA CEBOLLA

Viví en un piso de estudiantes durante un par de años. Cierto día fuimos a hablar con el presidente de la comunidad de vecinos. Nos abrió la puerta una sonriente señora que nos dijo que su marido estaba cagando y que todavía tardaría unos minutos, por lo que nos invitó a pasar al interior de la vivienda.
Mientras esperábamos a que el presidente terminase de cagar, su mujer nos explicó, amablemente, que tenía puesta la lavadora en ese momento porque con la tarifa nocturna de fenosa le salía más barato y un centenar de historias similares.
Mientras hablaba y hablaba nos dijo una frase que merece la pena reproducir:
- Pues ya sabeís, filliñas, que cuando necesiteis algo, una bombona o una cebolla, podeis subir aquí, que aunque seais estudiantes podeis ser buenas personas.
A partir de ese día, siempre nos referíamos a esta señora como "la vecina cebolla"