jueves, abril 12, 2007


CUANDO APROBÉ LA SELECTIVIDAD SE ME QUEDÓ CARA DE CULO
Cuando preparaba selectividad no lo pasé muy bien, me puse muy nerviosa. Sin embargo, los días de exámen estuve muy tranquila, y no solo yo... recuerdo que mis compañeros también estaban relajados. Lo que habíamos estudiado ya no importaba, el agotamiento por los exámenes no nos dejaba energía para estar nerviosos.

Entre un examen y otro nos tirábamos en el cesped y allí nos quedábamos inmóviles. Ahora que lo pienso, aquellos días hizo un calor bochornoso, esa debió ser la razón!

Recuerdo como mi DNI se quedaba adherido a la mesa, como si se fundiera el plástico. También recuerdo las gotas de sudor callendo sobre mi exámen de dibujo que quedó muy emborronado.
Hubo bastantes desmallos por golpe de calor y durante los tres días que duraron los exámenes hubo ambulancias fuera acechándonos cual buitres carroñeros. Era habitual comentar cosas como: hoy calleron tres, ayer estuve a punto de caer, la de al lado tenía cara de caer en cualquier momento...
Recuerdo a aquella profesora que nunca antes había visto y gracias a Dios no he vuelto a ver... solo tenía un diente y siempre sonreía, a pesar del calor estaba hiperactiva y por lejos que estuviera siempre te acercaba ella los folios, todavía siento escalofríos al recordarlo.
El mejor recuerdo que conservo es el partido de gaviotas en el exámen de comentario.
Hicimos los exámenes en el gimnasio del instituto de al lado, el techo era de uralita translúcida y se veían los pies de las gaviotas que se posaban sobre él. Era muy divertido ver sus pequeños pies palmeados dar pequeños pasitos. De pronto, todos nos quedamos pasmados mirando hacia el techo. Una de las gaviotas subió una pelota de tenis que había en el tejado hasta la cumbrera y la dejo caer. Cuatro o cinco gaviotas persiguieron la pelota a pie cubierta abajo y repitieron la maniobra varias veces. ¡Parecía un auténtico partido de futbol para gaviotas!
La parte más negativa de la selectividad fue que la frente se me llenó de cientos de granitos muy pequeñitos como consecuencia de los nervios.
Para solucionarlo mi madre se empeñó en llevarme a su esteticista para que me hiciesen una limpieza de cutis. En aquella época yo era tan reacia a ese tipo de cosas como un macho de pelo en pecho, pero aun así accedí.
Pobrecita mi madre, que remordimientos tuvo, porque cuando llegué allí, su esteticista me miró a la cara con atención y sin pudor lo primero que me dijo fue: "lo que a ti te pasa en la cara me pasa a mi en el culo"
Desde entonces se rumorea que tengo la cara como el culo de Paquita, una mujer digna de ser conocida.

miércoles, abril 11, 2007



UN HOMBRE COMO UNA FIGURA DE BELÉN

Cuando era pequeña veraneaba en la playa de A Lanzada con mis abuelos. Alquilában un bungalow en el monte al lado de la playa y allí pasába al menos dos quincenas del verano.

Era habitual coincidir con la misma gente, así que teníamos montada una pandillita de chavalada y lo pasábamos teta.

Cada año nos montábamos una cabaña en el monte, ya que ahí pasábamos la mayor parte del tiempo. La playa solo la pisábamos para ir a darnos un chapuzón o estar "as minchas" (literal).

Hubo una quincena en la que contínuamente nos encontrábamos al mismo tipo cagando de monte en el mismo sitio. Había un par de rocas grandes y cuando pasábamos el tipiño se levantaba con todo al aire y se iba corriendo.

Nos reíamos mucho del pobre fulano, que debía cagar con mucha frecuencia, incluso le tirábamos piñas.

A veces pienso que aquel hombre recuerda ese verano como "el verano que me pasé estreñido porque unos chavales no me dejaban cagar tranquilo", pero sigo sin comprender porqué no se iba a cagar a otro sitio.