miércoles, noviembre 28, 2007

MI PRIMER TRABAJO, CHISPAS


Antes de terminar la carrera estuve haciendo unas prácticas en obra por un convenio universidad-empresas, de modo que me pasé los tres meses de verano bajo un sol abrasador que me dejó mi primer moreno tipo obrero (cara y brazos).
Durante ese tiempo, además de aprender mucho, puesto que era una obra muy grande, también me sucedierón muchas anécdotas que iré contando en varias entregas con el mismo nombre.

DAMIÁN

Damián era un chico que trabajaba en la obra como peón, pero era tan mal peón que terminó haciendo solo dos trabajos:
- Regar el camino para que no se levantase polvo con el paso de los camiones.
- Vigilar la puerta desde una caseta para que no entrase gente ajena a la obra.
Damián tenía una especial habilidad para no realizar estas tareas como cabía esperar de una persona normal, porque Damián no era normal.
Los lunes Damián llegaba tarde y traía muy mala cara, bajaba con un rollo de papel higiénico desde su caseta y se pasaba la mañana sentado en el "trono".
El resto de la semana se pasaba el tiempo fumando porros en su destartalada caseta de fabricación casera, la cual, aunque no disponía de chimenea parecía tenerla pues siempre salía un hilillo de humo. El encargado solía hacer comentarios del tipo "un día va a salir ardiendo".
Nunca llegué a ver a Damián regar el camino por su propia iniciativa, el encargado tenía que instarle a regar cada vez que era necesario.
Un día se formó un revuelo y subimos a ver. Una familia se había plantado con sus sillas delante de un gran camión que pitaba de forma continuada. Había un niño pequeñito que lloraba mientras su madre lo sujetaba a la silla. Aquella gente se quejaba porque no podían abrir las ventanas de su casa por culpa del polvo.
Ese fue uno de los primeros días que despidieron a Damián. Lo readmitían cada vez que su madre volvía llorando porque no lo soportaba en casa.
Lo de vigilar quien entraba tampoco era lo suyo, por aquella puerta entraba cualquier hijo de vecino a curiosear y Damián no se movía de la caseta. Nos encontrábamos por la obra con gente que iba a la playa, gente durmiendo, vecinos atajando y hasta señoras en pantuflas (bueno, solo era una pero vino muchas veces).
Solo había una persona a la que Damián impedía el paso a obra: la Guardia Civil. Se plantaba delante del Land Rober de los picoletos, haciendo un aspa con su cuerpo y pronunciando aquella frase que luego se hizo tan famosa "NO PUEDES PASAR"
El encargado se echaba las manos a la cabeza y les decía a los agentes "perdonen, es que el chaval es tonto"
Solo existe en el mundo una persona capaz de igualar el intelecto de Damián, un peón de la obra que se pasaba los días deambulando por allí sin hacer absolutamente nada. Cuando le preguntaban qué hacía, siempre respondía que estava buscando la radial, aunque llevase una en la mano. Quien consigue que le paguen un sueldo durante tres meses para buscar una radial, el tío era un fenómeno. Un día el encargado le pidió que metiera unas piezas de andamio en la furgoneta y cuando nos fijamos, nos dimos cuenta de que las pieza que metía en la furgoneta las estaba sacando de un andamio en el que estaba subido un compañero, ¡estando el suelo lleno de ellas!
En fin, profesionalidad total!

martes, noviembre 20, 2007



COMPAÑERISMO AUTÉNTICO


Un tipo de mi resi se despertó un día en medio de la noche. Sorprendido y sobresaltado, se preguntaba a sí mismo quién le había separado de los brazos de morfeo cuando, un fuerte hedor le hizo comprender que la razón se hallaba a escasos centímetros de su cama. Su compañero de habitación se había cagado en medio de las camas gemelas y dormía, a su lado, plácidamente con cara de satisfacción.

¡Bendito alcohol! ¿qué sería de las anécdotas si él?

martes, noviembre 13, 2007


ABRE FÁCIL


Era una noche oscura y brumosa, nada se oía por los desiertos pasillos de la siniestra residencia cuando, de súbito, un ensordecedor grito quebró el silencio, y a continuación... nada sucedió, todo volvió a la normalidad. ¿Todo?

Nadie había oído mi grito de dolor, estaba sola mientras me sujetaba la mano ensangrentada. No conseguía tomar una decisión, debía despertar a alguien para que me ayudase o la cosa no sería tan grave.
Sin éxito trataba de mirar la mano herida que no cesaba de sangrar, el pánico me impedía ver la brecha. Temía que se me fueran a salir los higadillos. Estaba decidido, ¡necesitaba ayuda!

Salí al largo, oscuro y vacío pasillo que, como si de un capítulo de Dr. Who se tratase, parecía alargarse y multiplicar el número de puertas y sus números inscritos. Avancé hasta el final buscando una luz, una esperanza...

Cuando me giré para recorrer el otro tramo de pasillo creí oir a mis espaldas el triciclo del niño de "El Resplandor" y surgió en mi cabeza la imágen de un río de sangre bajando aremolinada por las escaleras. Reprimí un grito en mi garganta y avancé deprisa por el tramo que quedaba.

De repente, un destello, aun podía salvarme de morir desangrada. El dolor iba esapareciendo mientras apretaba la mano con fuerza. Una vez mas las dudas me asaltaron, ¿sería aquello una buena señal o la señal de que ya era inevitable la amputación de la mano?

Apresurada llame a la habitación de una desconocida con la intención de pedir auxilio. Toc, toc. Por unos instantes, en mi cabeza, danzaron todas las posibles respuestas a la pregunta ¿y quién digo que soy a estas horas?

Decidí que la mayoría de las opciones que me venían a la cabeza de forma natural eran demasiado alarmistas así que, finalmente, opté por algo sencillo y sincero como - Hola, soy la de la 1111, me puedes abrir. Me he cortado y no sé qué hacer.

La chica, muy atenta aunque algo asustada, me atendió y me recomendó llamar al vigilante nocturno. ¡Qué obvio! llamar al vigilante nocturno, ¡je!, me quedé con cara de parva ¡¿Por qué no se me ocurrió?! ¡MALDICIÓN!

El vigilante nocturno, aunque parecía bastante borde, resultó ser muy amable y me hizo una cura, después de fozar un poco en la herida (abrir-cerrar-abrir, muy doloroso), y después de intentar convencerme de que fuera a urgencias para que me cosieran. Fueron momentos difíciles, me debatía entre el pánico a que me zurcieran y el pánico a mancillar mi mano de por vida con una cicatriz de carpintero.

Finalmente opté por la cicatriz, aunque me pasé toda la noche lamentándome y autocompadeciéndome. Los días siguientes estuvieron bien, haciendo lo que mas me gusta, ¡contar batallitas! and I did it my way:


- Era de madrugada, todos dormían, yo tenía hambre . Registré mi estante pero no quedaba comida, solo una pequeña lata de conservas ¡a por ella!. Entonces leí la caja, "abrefácil", ponía. ¡estupendo, esto está hecho! y cuando tiré del abrefácil ¡RAAAAASSSSS! se soltó de la lata y me rajó la mano. Mira mira, me querían coser, pero yo paso de mariconadas, jojojo!