lunes, agosto 13, 2007


JIMMY CORRIGAN, El chico más inteligente del mundo, por Chris Ware


El título de este blog es un pequeño homenaje a esta gran obra que yo no podría describir mejor de lo que lo hace el señor Andrés Burgos, por lo que cito textualmente:



Jimmy es calvo prematuro y está algo pasado de peso. A la mitad de sus treintas, con frecuencia lo confunden con un anciano enfermizo. Sufre de timidez patológica y dependencia edípica, ambas realmente densas. Acaba de recibir en su cubículo anónimo de una oficina gris una nota que dice: “me he sentado frente a ti durante seis meses y no te has fijado en mí ni una sola vez, adiós”. Jimmy mira por la ventana y ve a un tipo vestido de superhéroe arrojarse desde la azotea de un edificio vecino. Los consiguientes dibujos minuciosos no nos ahorran el cuerpo estrellado contra el asfalto, el corrillo de curiosos ni la sensación de que ese suicida era el ignorado compañero de oficina.

Así se plantea, desde la primeras páginas, el tono que sostendrá a lo largo de muchas otras una de las novelas gráficas más ambiciosas en la historia del género: Jimmy Corrigan, el chico más inteligente del mundo.

La historia autobiográfica en la que Chris Ware, un autor ya mítico en el medio, nos narra el reencuentro de Jimmy con un padre desconocido se irá expandiendo con un ímpetu avasallador en distintos planos temporales, licencias oníricas y personajes convergentes. A la vuelta de cada hoja el lector puede esperar dosis de sorpresa que no pocas veces rayan con la paradoja.

La estética de Jimmy Corrigan , que delata la fascinación del autor por algunas tendencias vintage marca con claridad los límites entre la narración y los deleites esquizoides de un dibujante compulsivo. Incluso un lector poco entrenado puede seguir la trama si no se preocupa demasiado por la dilación en el cruce de algunas historias.

Quien acompañe en su viaje a este Odiseo nada heroico revisitará, de la mano del humor corrosivo que ostentan ciertos espíritus calmos, paisajes que le traerán a la memoria las atmósferas, silenciosas y perturbadoras, de los cuadros de Edward Hopper, o evocará sin remedio los escenarios de algunas películas independientes americanas donde siempre es otoño frente a una gasolinera vacía. Aquellos que sientan debilidad por el halo de las melancolías inaprensibles tendrán su recompensa en personajes desamparados mirando a la nada y transiciones pacientes, donde se emplean cuantas páginas sean necesarias para hipnotizar al lector con la caída de la nieve o el asalto de la sombras nocturnas sobre los tejados.
Quizá los principales personajes de esta historia sólida y profunda, incluso por encima del propio Jimmy –que no es ni de cerca el chico más inteligente de ningún lugar-, sean los escenarios corrientes, cargados de poesía por la pluma de Ware, donde el vacío que reina en el interior de los seres humanos se llena con el susurro de un mundo que nos abruma si le prestamos atención, un susurro que sólo los genios saben plasmar en las páginas de un libro.

domingo, agosto 12, 2007


¡QUÉ HUMILLANTE!

Desde siempre en mi familia se ha discrepado sobre el parecido que guardo con mis padres. Supongo que es un entretenimiento habitual en todas las familias, pero es que mientras que mi familia paterna afirma que soy la viva imágen de madre, mi familia materna asegura que mi padre y yo somos como dos gotas de agua. Es decir, todos reniegan de mi.
En definitiva, tanto mis padres como yo, la unidad familiar, opinamos que me parezco mucho más a mi padre. Quizá no tanto físicamente como en el caracter. Siempre he creido que mi padre me leía la mente, mientras que a mi madre le podía engañar con facilidad.
Por poner un ejemplo, cuando estaba en sexto de EGB, tenía un profe que nos obligaba a llevar a casa los exámenes corregidos para que los firmaran nuestros padres. Un día llevé un exámen de sociales que no me había salido muy bien, no recuerdo si lo había suspendido, pero sí que recuerdo perfectamente que durante el exámen le había pedido a mi compañera que me soplara algunas respuestas. Nunca me ha gustado la geografía.
Le di el exámen a mi padre y al cabo de un momento me dijo la siguiente frase que quedó grabada a fuego en mi cabeza:
- ¿Qué es esto?
- ¿Lo qué?
- Aquí te preguntan el nombre de la isla que se encuentra al norte de nomeacuerdodonde.
- ¿Si?
- Y tu has contestado que se llama Nidea
Y entonces lo vi claro, ni yo misma me había dado cuenta hasta ese mismo instante, pero él lo sabía ¡mi padre me lee la mente antes que yo misma!
- ¿Si? (glups)
- No será que intentabas copiar de otra que sabía menos que tú, y como estás sorda no le entendiste y escribiste que la isla se llama "ni idea"
Y eso que mi padre no entiende ni papa de geografía ¡Tierra trágame!