viernes, julio 27, 2007



VERÍDICO

Hace unos años, era habitual que mis padres y yo quedásemos con mis tíos y mis primos para ir juntos a sitios.
Un día fuimos hasta Portugal, a una feria que hay enfrente de mi aldea. Después de dar unas vueltas nos fuimos a comer.
Miramos en varios sitios y al final nos metimos en uno que tenía buena pinta y que en la puerta tenía un cartel que ponía "so bacalhau".
Mis tíos, mis padres y yo teníamos intención de tomar bacalao porque a todos nos encanta y en Portugal lo preparan especialmente bien. Sin embargo mis primos, que todavía eran pequeñitos y no comían muy bien, no pensaban tomar bacalao de ninguna de las maneras.
Mi tía pidió una carta al camarero para que los niños pudiesen elejir.
- Nâo carta, so bacalhau.
- Y no tendreis unos huevos fritos o unos filetes para los niños, que no les gusta el pescado.
- Nâo, so bacalhau.
Todos le miramos con complicidad, pensando que el hombre intentaba tomarles el pelo a los peques. Pero el hombre se quedó serio demasiado rato y al final mi tía pidió bacalao para los niños.
Cuando el camarero se fue, comentamos lo increible que nos parecía que no tuviesen un par de huevos (de gallina) y llegamos a la conclusión de que sí tenían huevos, pero no les salía de las pelotas cocinarlos.
Después de servirnos las bebidas, cuando llevábamos un rato haciendo coñas del tipo:
- ¿Tienes hora?
- Nâo, so bacalhau.
El camarero volvió y nos dijo la siguiente frase (VERÍDICO):
- E que non temos bacalhau, ¿traemos uns filetes o uns ovos frixidos?

Pues eso... que se nos quedaron los ojos como huevos duros.

jueves, julio 26, 2007


Lo siento, no he podido evitarlo, él vino a mi!

LOS PUNKIS

Fue en una tienda del centro donde escuchamos esta conversación surrealista entre dos dependientes, chico y chica, a cada cual más pijo que el anterior.
El chico, que se había asomado por la puerta de la tienda, como sus calzoncillos asomaban bajo sus pantalones, entró alteradísimo, dando saltitos como si se meara encima.
- ¡María, María, ven corre!
- ¿qué?
- Jo tía! sales fuera, miras p'arriba, miras p'abajo y to punkis.
- ¡NO!
- Que sí tía! y además llevan bates, ¿llamamos a la policía?
- A ver.
La chica salió de detrás del mostrador y juntos de la mano se dirijieron de nuevo a la puerta, sin terminar de cobrarnos lo que habíamos comprado. Se asomaron un poquito, como en el cuento del lobo y los corderos, "saca la patita por debajo de la puerta". Después ya se hacían pis los dos.
- Jo tía, siguen ahí!.
- Jo tío! ¿que hacemos?
- No sé, habrá que esperar a ver si hacen algo.

Finalmente, la chica terminó de cobrarnos lo comprado y salimos a la calle. ¡Salimos!
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¿¡¡¡¡¡¡CON FLAUTAS!!!!!!?

martes, julio 17, 2007

TIERNA INFANCIA

Cuando era pequeñita íbamos todos los fines de semana a mi aldea, y también pasábamos allí las vacaciones de verano.

Mi casa está en una aldea auténtica, alrededor soló hay otras tres casas y están bastante lejos. En una de estas casas había otros dos niños uno y dos años mayores que yo que eran hermanos.

Su madre los vestía igual, normalmente iban con unos pantaloncitos cortos y unas viseras azules a juego y eso hacía que parecieran más tontos, en plan Pocholo y Borjamari.

Solían venir a nuestra casa a jugar conmigo o a ver a mi padre, porque mi papá es el mejor papá del mundo mundial y todos mis amigos, conocidos y compañeros de clase me tenían envidia por ello. Porque mi papá, no solo arreglaba coches, sino que sabía hacer juguetes con casi cualquier cosa.

Estos chavales, Edu y Manu, eran como el gordo y el flaco. El mayor, Manu, era más alto y delgado, y también tenía peor caracter. Edu, por el contrario, era más bajito y regordete y bastante mejor persona, más afable e ingenuo. Para mi, su momento estelar fue cuando cogió un empacho comiendo moras.

Habíamos ido a por moras los tres, y como era la época conseguimos muchísimas. Edu empezó a comer moras directamente de las zarzas, a pesar de que le advertimos de que estaban al sol y no era prudente. Luego nos fuimos a casa y las lavamos. Manu y yo comimos moras hasta hartarnos, pero Edu que había terminado las suyas siguió comiendo de las nuestras. Mi madre le advirtió pero él no le hizo caso y luego tuvo una fiebre terrible y cagalera durante una semana. Casi la palma por glotón. Jamás he vuelto a ver a nadie comer de esa manera.

Edu y Manu solían acercarse a casa después de comer. Siempre se escondían para que no los viésemos y entrar por la ventada de atrás en la casa. No recuerdo que lo consiguieran nunca, siempre los veíamos antes porque sus gorras asomaban por encima de la piedra por la que pasaban a gatas. A veces, por pena, hacíamos como que no los veíamos.

Lo que más ilusión le hacía a mi madre (que no era muy buena cocinera) era que ellos siempre se apuntaban a la comida aunque acabaran de comer en su casa.

Luego pasábamos la tarde jugando juntos. El juego que más le gustaba a Manu era ponerme a prueba. Yo les ganaba siempre al escondite (no eran muy buenos) y él me retaba a hacer cosas que creía que no me atrevería a hacer. Nunca hubo una piedra o un árbol al que él pudiera subir y yo no (aunque yo era más joven y más pequeña). Jugando al escondite los encontraba enseguida y cuando me escondía yo terminaban por aburrirse, pedirme que saliera o irse a su casa (es que soy muy de monte). También hacíamos excursiones y a la vuelta me decía - es por aquí - y yo le respondía - pues antes fuimos por este otro camino - pues nosotros vamos a ir por aquí que se llega antes - pues yo voy a ir por allí que es el camino que conozco - pero este es un atajo - pues me da igual...

Lo mejor de todo es que mientras Manu intentaba engañarme Edu le susurraba - Manu, Manu, creo que tiene razón ellla.

Luego nos íbamos cada uno por su lado y al cabo de un rato me alcanzaban porque mi camino era el correcto.


En el "palleiro" tenía un baúl con ropa vieja con la que mi madre nos dejaba jugar y hacíamos obras de teatro.

Nunca se irá de mi cabeza el recuerdo de que Edu se pasaba el verano disfrazado de mariachi con un sombrero de paja de mi madre el bañador y mi chaqueta austríaca ¡¡de lana!! que picaba horrores y le quedaba pequeña. ¡Le encantaba!

Con ellos ví la bola de cristal, E.T., verano azul, V y la verdad es que conservo un montón de buenos recuerdos.

Un verano Manu provocó un incendio sin querer. Para nosotros fue divertidísimo, nos pasamos la tarde en la piscina (una poza) riéndonos porque los bomberos en vez de utilizar agua intentaban apagar el fuego golpeándolo con una especie de pala.

Aun a riesgo de parecer prepotente lo diré, les daba mil vueltas. No sabían nadar ninguno de los dos y llevaban manguitos en la poza que apenas cubría. Yo ya nadaba al menos tres estilos (croll, espalda y perrito). A veces intentaban hacerse los interesantes y tardaban en venir, pero yo nunca fui a buscarlos, sabía cómo hacer que vinieran. Era como un juego, el "veamos quién es mas terco". Ellos se ponían a jugar a la pelota, yo les veía sin que se dieran cuenta y empezaba a hacer que jugaba a algo mucho más interesante. Iba de un lado a otro como recogiendo cosas y después hacía como si estuviese muy concentrada preparando algo en un lugar donde pudieran verme. Al poco tiempo ya notaba como se giraban a ver y en pocos minutos los veía bajando el camino. Luego se escondían para espiarme, pero lógicamente los descubría. - ¿Qué hacías?- me preguntaban, y yo, les contestaba muy enigmática - No es asunto vuestro.- ¡et voilà!, a jugar.


Nuestra amistad terminó de repente un día que encontré una bellota gigante y Manu me la robó diciendo que el árbol lo había plantado su padre. No volví a dirigirles la palabra, entonces tenía un carácter...

Nota: Cabrón, devuélveme MI bellota!!