lunes, enero 29, 2007


EL GERENTE DE LA UNIVERSIDAD




¿Recordáis la escena de Shrek 2, en la que mientras viajan al reino de Muy Muy Lejano en carroza, el asno hace “FLOP” apretando y soltando los morros logrando desesperar al ogro?
Pues esta historia trata sobre ese FLOP que todos hemos hecho alguna vez.

Hacen unos años trabajé como profe. Al finalizar el curso nuestros alumnos debían realizar prácticas en empresas y otras entidades como la universidad. Fuimos a hablar con el gerente de la universidad, un compañero, mi jefe, el jefe de mi jefe y yo . Era una visita formal y todos nos mostrábamos serios y respetuosos.
El gerente era un tipo grande y nos recibió en un despacho idem. Cuando entramos hablaba por teléfono. Su voz sonaba grave y profunda e incrementaba la sensación de vacío que había en aquella habitación.

Aunque el tono de su conversación parecía cordial, como si hablase con un amigo, su rostro se mostraba rígido y severo. Era de estas personas que acojonan con su presencia.
Como no tengo costumbre de cerrar las orejas no pude evitar oir parte de la conversación que versaba sobre una cacería que había tenido lugar en algún momento pasado.
¡De repente!, para sorpresa de todos los presentes, el gran hombre hizo ¡FLOP!. Nos quedamos perplejos y asombrados. Al momento pensé -¿será un sonido que utilizan los cazadores habitualmente a modo de jerga? o ¿será una broma entre él y su interlocutor?.
Hallábame inmersa en dichos pensamientos cuando el gerente, finalizada su conversación telefónica, nos saludó cordialmente y nos invitó a sentarnos en la mesa de reuniones para tratar el tema que nos había llevado allí.
Nos sentamos en una mesa redonda y el jefe de mi jefe comenzó a exponer la propuesta objeto de la reunión.
Al cabo de unos minutos me sentí sobresaltada de nuevo, otro inusual “FLOP” se produjo , al que le siguieron otros a razón de cuatro por minuto aproximadamente. Era algo compulsivo, el hombre los hacía cada tres o cuatro palabras.
No eran unos flop cualesquiera, no. Eran grandes, enormes “FLOP” que reverberaban por toda la habitación y sonaban una y otra vez.
En aquel momento, recuerdo que me sentí muy incómoda, no solo por esos “FLOP” que hacían que diera un respingo en la silla, sino por la situación en la que me veía.Mis compañeros guardaban totalmente la compostura, no se les notaba sorprendidos en absoluto. Como si todos considerasen que hacer flop era lo mas normal del mundo mientras que yo me tenía que esforzar al máximo para no gritar “PLATO”

martes, enero 02, 2007

¡CUAN BELLA ES LA AMISTAD!

En cierta ocasión, de farra por A Coruña, comencé a sentir un pequeño malestar que se convirtió en un gran malestar por culpa del alcohol. Tenía que regresar a la residencia y le pedí a una compañera que me acompañara (que para eso están las compañeras).
Nos metimos en un taxi, ambas en el asiento de atrás. Relajada apollé la cabeza contra la ventanilla y cerré los ojos, confiando en que pronto llegaría a mi habitación y podría descansar en paz.
Todo empezó a ir mal cuando escuché un leve - ponk - cuando me giré vi como "mi amiga" se encontraba en una posición un tanto incómoda, como inconsciente con la cabeza sobre la bandeja del maletero del taxi ladeándose al ritmo de las curvas de la carretera.
En fin, pensé, una de las dos debe mantener el tipo. El trayecto me pareció eterno. Me costaba horrores mantener abiertos los ojos y me venían a la mente pensamientos como ponerse palillos o esparadrapos en los párpados, escenas de "La naranja mecánica" y sobre todo una duda - pero, ¿no era yo la que se encontraba mal?
Finalmente llegamos a la residencia y tras pagar intenté despertar a mi colega, que lejos de espabilarse parecía encontrarse en un estado cuasi comatoso.
El taxista nos invitó a salir del taxí gritando: ¡sácala, sacalá ya, sácala de aquí, salid de una vez!
Tomé a mi acompañante por debajo de las axilas y la arrastré fuera del taxí. Este maniobró bruscamente y derrapando con chirrido incluido se alejó cagando ostias.
En fin, 5 de la mañana, noche cerrada, frío que te cagas, residencia cerrada con llave, persona inconsciente en mis brazos ... ¡lo bien que habría quedado un rastrojo rodante pasando a nuestras espaldas! Pero mi destino no incluía rastrojos.
Decidí pasar a la acción porque ese no era un buen final para una anécdota, así que aparqué el cuerpo y me dirijí a inspeccionar el lugar para ver por donde nos podíamos colar.
En la primera planta solo había una luz, así que llamé a la ventana, y como no contestaban, me asomé. En el interior me encontré con los inquilinos de la habitación en un estado bastante lamentable a causa de la inhalación de marihuana en cantidades ingentes.
La ventana estaba a poco mas de metro y medio del suelo. Salté para subir y cuando estaba en cuclillas sobre el alféizar perdí el equilibrio por un instante. No sé lo que pasó en realidad, pero lo que recuerdo es que estando a punto de caer de espaldas me dio tiempo a visualizar como me golpearía fuertemente la cabeza al caer y semiconsciente yacería desangrándome sobre el jardín. Nadie me acudiría porque mi "amiga" seguiría durmiendo placidamente sobre el bordillo de la acera y dentro los fumetas zumbados no oirían mis gritos de auxilio. Pensé morir.
Por suerte, mientras pensaba hice un par de aspavientos que me ayudaron a recuperar el equilibrio y me permitieron asirme al marco de la ventana.
Una vez en el interior logré, no sin esfuerzo, despertar a un porreta para que me ayudará a subir a la borracha.
Regresé a la acera, levanté a la muchacha que seguía durmiendo y la arrastré lentamente hasta la ventana.
Ahora me rio, pero en el momento me enfadé mucho, porque cuando al borde de la extenuación logré alzar hasta la ventana a una persona inconsciente de mi estatura, pude oir como el porreta exclamaba (léase con la típica entonación de un yonqui)- ¡Helena, tía, que poco pesas, es como si flotarach en el aire!
Una vez arriba y a golpe de adrenalina, arrastré a Helena por los pasillos de tres pabellones hasta su habitación. De camino nos topamos con el vigilante nocturno, el cual tenía órdenes de denunciarnos si nos colábamos entre las 4 y las 7 de la madrugada. Era evidente que veníamos de la calle, llebábamos abrigos, así que había que improvisar.
Mis neuronas no estaban en su mejor momento así que solo se me ocurrió conversar figuradamente con la chica inconsciente - Caramba, Helena, ¡qué sueño tienes! y que frío hacía en la habitación de Ruben ¿verdad?- El vigilante se quedó tan asombrado que no dijo absolutamente nada y nos dejó pasar.
Tras dejar a Helena en su habitación me fui a la mía donde recordé lo mal que me encontraba y caí inconsciente sobre mi cama donde permanecí, inmóvil, bocabajo y con la misma ropa durante muchas muchas muchas horas.